Vivimos en una era de profundos cambios sociales, tecnológicos y económicos que demandan nuevas competencias en los ciudadanos. La educación del siglo XXI no puede limitarse a la transmisión de conocimientos; debe fomentar habilidades que permitan aprender a lo largo de la vida, adaptarse al cambio, resolver problemas complejos y participar activamente en un mundo interconectado.
En este contexto, las denominadas habilidades del siglo XXI –entre las que destacan el pensamiento crítico y la creatividad– se han vuelto fundamentales en el currículo educativo actual. Desarrollar estas competencias es clave para que los estudiantes enfrenten desafíos complejos y se adapten rápidamente a entornos volátiles e inciertos, característica de la sociedad contemporánea.
Las habilidades del siglo XXI incluyen una gama de competencias cognitivas, interpersonales y digitales. Diversos marcos internacionales (OCDE, World Economic Forum, P21, entre otros) suelen identificar las “4C” –pensamiento crítico, creatividad, comunicación y colaboración– en el centro de estas habilidades esenciales.
A ellas se suman la capacidad de resolución de problemas, el uso ético de la tecnología, la alfabetización digital y el aprender a aprender, por mencionar algunas. En particular, el pensamiento crítico implica aplicar la lógica y el razonamiento para analizar información y evaluar argumentos o soluciones, identificando sus fortalezas y debilidades. Por su parte, la creatividad se relaciona con la producción de ideas originales y la búsqueda de soluciones innovadoras ante problemas o situaciones específicas.
Ambas competencias se complementan: un estudiante que piensa críticamente puede cuestionar supuestos y tomar decisiones fundamentadas, mientras que la creatividad le permite generar alternativas novedosas frente a los retos.
Estas capacidades, junto con la comunicación y la colaboración, empoderan a los alumnos para resolver problemas complejos de manera autónoma y en equipo. No es casualidad que organismos internacionales destaquen la importancia de dichas habilidades para el futuro laboral: en un informe del World Economic Forum se proyecta que hasta el 50% de los trabajadores requerirán algún nivel de re-entrenamiento o adquisición de nuevas habilidades para 2025, siendo el pensamiento crítico y la creatividad dos de las competencias más demandadas.
En suma, fomentar el pensamiento crítico y la creatividad en la educación básica no solo mejora el aprendizaje presente, sino que sienta las bases para que los estudiantes prosperen en la sociedad del conocimiento.
Importancia de las habilidades del siglo XXI en la educación actual
El énfasis en el desarrollo del pensamiento crítico y la creatividad responde a la necesidad de una educación pertinente y acorde con las exigencias del siglo XXI. El mundo actual, descrito como volátil, incierto, complejo y ambiguo (entorno VUCA), requiere ciudadanos capaces de adaptarse, innovar y seguir aprendiendo continuamente.
En la educación básica de países como Perú, por ejemplo, el currículo nacional ha incorporado explícitamente estas competencias dentro de su enfoque por competencias, buscando formar ciudadanos íntegros, críticos y creativos para los retos del mundo contemporáneo. Las políticas educativas actuales reconocen que el pensamiento crítico y la creatividad no son lujos, sino habilidades esenciales para todos los estudiantes.
Según un informe de la OCDE, competencias como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la colaboración y la comunicación efectiva son fundamentales en entornos laborales que valoran la adaptabilidad, la innovación y el trabajo en equipo. Esto ha llevado a reformular objetivos educativos para trascender la mera memorización de contenidos, dando paso a un modelo en que los alumnos “aprenden a aprender” y desarrollan habilidades transferibles aplicables en distintos contextos de su vida personal, académica y futura vida profesional.
En la práctica, impulsar estas habilidades del siglo XXI significa integrar intencionalmente actividades que desafíen a los estudiantes a analizar, reflexionar y crear. Por ejemplo, al promover el pensamiento crítico en clase, el docente puede alentar a los alumnos a cuestionar supuestos, evaluar distintas fuentes de información y tomar decisiones informadas sobre problemas reales.
Esto contribuye a que desarrollen un criterio propio y una ciudadanía activa y responsable. A su vez, al fomentar la creatividad, se les invita a pensar “fuera de la caja”, a proponer ideas originales y solucionar problemas de manera innovadora. Numerosos estudios indican que una educación centrada en estas competencias produce estudiantes más comprometidos con su aprendizaje y mejor preparados para el futuro.
En síntesis, las escuelas de habla hispana –y del mundo en general– enfrentan el desafío impostergable de renovar sus prácticas pedagógicas para desarrollar en los estudiantes aquellas habilidades que les permitirán aprender a lo largo de la vida y participar activamente en la sociedad del conocimiento.

Fundamentos conceptuales sobre el desarrollo de las habilidades del siglo XXI en estudiantes
En la actualidad, los rápidos avances en ciencia, tecnología, economía y sociedad requieren una transformación significativa en los sistemas educativos. Ya no basta con que los estudiantes memoricen información; es esencial que desarrollen competencias que les permitan aprender de forma continua, adaptarse a los cambios, resolver situaciones complejas y participar activamente en una sociedad globalizada.
El crecimiento de las tecnologías de la información y la comunicación dentro del ámbito educativo representa un desafío mayor para los profesionales del área. Como ocurre con cualquier cambio tecnológico disruptivo, este proceso genera tensiones debido a la escasez de recursos o por la resistencia a adoptar nuevas formas de enseñanza. Innovar significa que el profesorado debe integrarse activamente en el proceso de cambio y adquirir nuevas herramientas TIC para implementarlas en sus clases.
Distintos marcos de referencia a nivel internacional, como el establecido por la UNESCO, subrayan la importancia de promover una serie de habilidades y competencias esenciales para enfrentar los desafíos del futuro. A continuación, se presentan estas habilidades establecidas por la UNESCO:

UNICEF, en un informe dirigido a América Latina y el Caribe, presenta una visión integral del desarrollo de 12 habilidades transferibles, consideradas competencias fundamentales para que niños, niñas y adolescentes puedan adaptarse y actuar con eficacia en distintos entornos sociales, educativos y laborales. Estas habilidades no solo abordan las exigencias del siglo XXI, sino que también son esenciales para el aprendizaje continuo, la participación ciudadana activa y el fortalecimiento personal.

El marco conceptual de estas habilidades se inspira en el informe “La educación encierra un tesoro” de Jacques Delors, que propone cuatro dimensiones del aprendizaje: aprender a saber (cognitiva), aprender a hacer (instrumental), aprender a ser (individual) y aprender a vivir juntos (social). Las habilidades se agrupan en estas dimensiones para promover un enfoque holístico.
El desarrollo de estas habilidades es clave en América Latina y el Caribe, donde muchos jóvenes enfrentan exclusión, desigualdad y baja calidad educativa. Superar estos retos exige reformas curriculares, formación docente, recursos adecuados y metodologías centradas en el estudiante. En las secciones siguientes se exploran metodologías activas, herramientas tecnológicas y estrategias docentes que hacen posible cubrir estos retos y objetivos.
Metodologías activas para potenciar el aprendizaje
Las metodologías activas se han posicionado como un enfoque didáctico eficaz para desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad en el aula. A diferencia de la enseñanza tradicional centrada en la transmisión pasiva de contenidos, las metodologías activas involucran al estudiante como protagonista de su aprendizaje: aprendiendo haciendo, investigando, colaborando y resolviendo problemas auténticos.
El currículo moderno impulsa estrategias como el aprendizaje basado en proyectos, en retos, en juegos y en problemas reales, pues estas dinámicas promueven un aprendizaje activo, significativo y situado, alineado con el desarrollo de las habilidades del siglo XXI. Si deseas conocer más sobre estas metodologías activas haz clic en el siguiente enlace: metodologías activas que transforman el aprendizaje del siglo XXI
Herramientas digitales que facilitan metodologías activas
En la actualidad, las tecnologías digitales son aliadas fundamentales para implementar metodologías activas en el aula. Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) ofrecen recursos que promueven la colaboración, la interacción constante y el aprendizaje participativo, potenciando el desarrollo de las habilidades del siglo XXI.
Los docentes cuentan con una amplia gama de herramientas y plataformas en línea que pueden integrarse en sus prácticas pedagógicas para estimular el pensamiento crítico, la creatividad y la participación activa de sus estudiantes. Si deseas conocer algunas herramientas digitales populares entre educadores y su aporte al aprendizaje activo visita el siguiente enlace: Herramientas Digitales para Aplicar Metodologías Activas en clase
Desarrollo profesional docente: Formación y actualización
Impulsar el pensamiento crítico y la creatividad en los estudiantes mediante metodologías activas requiere, ineludiblemente, fortalecer las capacidades pedagógicas de los docentes. El rol del profesor en el siglo XXI trasciende la mera entrega de información; ahora más que nunca, el docente es un diseñador de experiencias de aprendizaje, un facilitador y mediador que guía a sus alumnos en la construcción del conocimiento y el desarrollo de competencias.
Para cumplir con este papel transformador, resulta crucial que los educadores se embarquen en un proceso continuo de formación y actualización profesional. Organismos internacionales destacan que la formación docente permanente, junto con reformas curriculares y recursos adecuados, es un pilar fundamental para integrar eficazmente las nuevas habilidades en los sistemas educativos.
En otras palabras, no basta con exigir a los profesores que apliquen metodologías activas: es necesario capacitarles y apoyarles para que adquieran ellos mismos las competencias del siglo XXI y las metodologías didácticas contemporáneas.
En la práctica, los docentes de habla hispana cuentan hoy con múltiples oportunidades de desarrollo profesional orientadas a metodologías activas. Muchas instituciones educativas, así como ministerios y organizaciones, ofrecen capacitaciones, talleres, cursos virtuales y webinars sobre aprendizaje basado en proyectos, gamificación, pensamiento de diseño, uso pedagógico de TIC, entre otros temas relevantes.
Participar en estas instancias de formación continua permite a los profesores actualizar sus conocimientos y conocer estrategias didácticas innovadoras que pueden luego trasladar a sus aulas. Asimismo, se promueve la vinculación en comunidades de aprendizaje profesionales, donde los docentes comparten experiencias exitosas, recursos y lecciones aprendidas sobre la implementación de metodologías activas.
Estas comunidades –ya sean presenciales en la propia escuela, o virtuales a través de redes sociales y plataformas especializadas– resultan muy enriquecedoras: el intercambio entre pares ayuda a contextualizar las metodologías a la realidad local, resolver dudas concretas de aplicación y mantener la motivación para la innovación pedagógica.
Al respecto, cabe mencionar el creciente movimiento de docentes innovadores en redes (por ejemplo, comunidades de Google Educators, Microsoft Innovative Educator, redes iberoamericanas de intercambio educativo) que facilitan este aprendizaje colaborativo entre colegas.
Un área fundamental de la formación docente del siglo XXI es la alfabetización digital y tecnológica del profesor. La pandemia de COVID-19 evidenció que aquellos docentes con sólidas competencias digitales pudieron adaptarse mejor al cambio repentino hacia la educación remota, continuando el proceso formativo de sus estudiantes con mayor éxito.
Hoy en día, se espera que el profesor maneje al menos las herramientas digitales básicas (entornos virtuales, videoconferencias, ofimática en la nube) y, más importante aún, que sepa integrarlas pedagógicamente de manera efectiva. Por ello, muchos programas de desarrollo profesional incluyen módulos de TIC educativas, robótica, programación, realidad aumentada, inteligencia artificial, internet de las coas, etc., no con el fin de convertir al docente en un experto técnico, sino para brindarle confianza y criterio en el uso de la tecnología al servicio del aprendizaje.
La tecnología, bien utilizada, puede amplificar el alcance de las metodologías activas y facilitar la personalización del aprendizaje, pero su incorporación exitosa depende de que el docente se sienta cómodo y competente en su manejo. De ahí la importancia de la actualización permanente: la innovación tecnológica avanza rápido, y con ella surgen nuevas herramientas didácticas; mantenerse al día es ya parte de la profesión docente.

Por último, es importante subrayar la relevancia de la reflexión docente como parte del desarrollo profesional. Un educador formado en metodologías activas adopta también una postura investigativa sobre su propia práctica: experimenta nuevas estrategias, observa los resultados, evalúa su impacto en el aprendizaje de sus alumnos y ajusta su enfoque según sea necesario.
Esta mentalidad de mejora continua es lo que distingue a un docente innovador. La formación y actualización no se agotan en cursar diplomados o asistir a un taller, sino que se concretan día a día en el aula, analizando qué funcionó y qué no, y buscando constantemente formas creativas de superar los obstáculos. En palabras de un módulo de reflexión para docentes: “La innovación pedagógica no es una opción, es una necesidad. Adaptarnos, crear, probar y mejorar forma parte de nuestra misión como educadores del siglo XXI”.
Así, el desarrollo profesional docente orientado a las metodologías activas conlleva tanto adquirir nuevos conocimientos como cultivar una actitud abierta al cambio, al aprendizaje y a la colaboración profesional. Solo con docentes empoderados y en continua evolución podremos lograr una educación escolar verdaderamente centrada en el desarrollo del pensamiento crítico, la creatividad y las demás competencias del siglo XXI en nuestros estudiantes.
Evaluación del impacto y desafíos en la implementación
La implementación de metodologías activas enfocadas en potenciar el pensamiento crítico y la creatividad ofrece grandes beneficios, pero también plantea desafíos y requerimientos de evaluación continua. Para asegurar que estas innovaciones pedagógicas cumplan su propósito, es imprescindible que los docentes y las instituciones educativas lleven a cabo un seguimiento sistemático de su impacto en el aprendizaje. Esto implica incorporar mecanismos de evaluación formativa y sumativa que no solo midan la adquisición de conocimientos, sino también el desarrollo de competencias como las que venimos discutiendo.
Un punto de partida es reconocer que evaluar habilidades del siglo XXI es más complejo que calificar un examen tradicional, pues involucra observar desempeños, procesos de pensamiento y actitudes. De hecho, a nivel internacional se señala que las formas prácticas de evaluar competencias como el pensamiento crítico o la creatividad aún están en desarrollo, lo cual dificulta valorarlas y orientar la pedagogía en consecuencia.
A pesar de ello, existen herramientas validadas como rúbricas de pensamiento crítico, portafolios creativos, evaluaciones auténticas o pruebas situacionales que los docentes pueden usar para monitorear el progreso de sus estudiantes en estas habilidades.
Implementar metodologías activas con éxito conlleva evaluar constantemente su efectividad y realizar ajustes necesarios en el proceso. Por ejemplo, si un docente adopta el ABP en su clase de ciencias, deberá revisar periódicamente cómo están trabajando los grupos, qué dificultades enfrentan para pensar críticamente o generar ideas, y proveer retroalimentación o rediseñar ciertas actividades en función de ello.
Esta evaluación continua, más cualitativa y basada en la observación y el diálogo, permite identificar logros (por ejemplo, mayor participación o mejor calidad de preguntas por parte de los alumnos) así como retos y oportunidades de mejora.
Es posible que al inicio surjan desafíos como estudiantes poco habituados a pensar por sí mismos, tendencia a que unos miembros del equipo hagan más trabajo que otros, o productos finales que no cumplen con los objetivos esperados.
Lejos de desanimar, estos retos deben entenderse como parte natural del cambio metodológico: requieren que el docente aplique su propia capacidad de pensamiento crítico (analizando las causas de las dificultades) y creatividad (buscando estrategias alternativas o motivacionales para superarlas). En cierto sentido, el docente modela con su práctica el mismo proceso de mejora iterativa que desea inculcar en sus alumnos.
Entre los desafíos comunes al implementar metodologías activas, sobre todo en entornos escolares tradicionales, se encuentran: la resistencia al cambio por parte de algunos docentes o directivos, la sobrecarga de contenidos en el currículo que deja poco tiempo para proyectos, la falta de recursos materiales o tecnológicos, y la presión de evaluaciones estandarizadas que no contemplan estas competencias.
Superar estas barreras requiere un enfoque integral. A nivel institucional, es necesario que las escuelas y sistemas educativos brinden apoyo y flexibilidad: por ejemplo, facilitando capacitación (como ya se señaló), dotando de materiales y tecnología básica, ajustando la planificación curricular para dar cabida a proyectos transversales, e incluso sensibilizando a las familias sobre los beneficios de estas metodologías.
Un informe de CEPLAN (Perú) sugiere que la integración adecuada de la tecnología y un aumento sostenido de la inversión educativa puede redundar en mejoras significativas en la calidad educativa a largo plazo, lo que implica que políticas y presupuestos también deben alinearse con la innovación pedagógica.
Desde la perspectiva docente, es importante generar evidencia de los logros que traen las metodologías activas: mostrar, por ejemplo, cómo mejoró la capacidad de argumentación de los estudiantes tras varios debates guiados, o cómo un proyecto elevó su compromiso y comprensión profunda de un tema. Esta evidencia puede provenir de evaluaciones cualitativas, portafolios, o indicadores como la asistencia y participación, y sirve para convencer a la comunidad educativa del valor de estos enfoques.
Otro aspecto crítico es el establecimiento de mecanismos formales de evaluación de las habilidades del siglo XXI en el sistema educativo. UNICEF y otros organismos han propuesto incluir estas competencias en los marcos normativos y diseñar indicadores para medir su desarrollo en los estudiantes.
Algunos países han avanzado en este sentido incorporando, por ejemplo, evaluaciones nacionales de pensamiento crítico o creatividad, o integrando desempeños asociados a estas habilidades dentro de las áreas curriculares. Si bien la medición estandarizada de la creatividad o el pensamiento crítico conlleva desafíos técnicos (¿cómo se califica una idea original? ¿cómo se puntúa la calidad de un razonamiento complejo?), dar pasos hacia su evaluación envía un mensaje potente: lo que se evalúa es lo que se valora.
Por ende, incluir estas competencias en los sistemas de evaluación oficiales es un incentivo para que las escuelas y docentes las trabajen intencionadamente. Un reporte de la OCDE enfatiza que todavía hay camino por recorrer, pues la incorporación de estas habilidades en el currículo no siempre es evidente en las aulas.
De hecho, en ciertos contextos solo una minoría de estudiantes recibe educación orientada al desarrollo de habilidades blandas durante su formación (se citaba que, en ámbito universitario peruano, apenas un 34.6% de jóvenes participa en programas de este tipo).
Esto refleja la necesidad de escalar las buenas prácticas y superar las inercias que mantienen la enseñanza centrada exclusivamente en contenidos.

En conclusión, de este apartado, la evaluación e identificación de desafíos son parte integral de la innovación educativa. Implementar metodologías activas para fomentar pensamiento crítico y creatividad no es un evento puntual, sino un proceso cíclico de planificación, acción, observación y replanteamiento.
Al evaluar el impacto se pueden evidenciar mejoras significativas –como estudiantes más autónomos, colaborativos y capaces de reflexionar–, pero también se harán visibles las áreas donde ajustar la estrategia. Este ciclo de retroalimentación garantiza que la educación proporcionada sea dinámica y adaptada a las necesidades de los estudiantes y al contexto educativo actual.
Pese a los desafíos, los beneficios a largo plazo justifican plenamente el esfuerzo: una generación de alumnos con mentalidad crítica y creativa, preparados para aprender, desaprender y resolver los problemas del mañana de forma innovadora y ética.
Conclusiones
En la sociedad del conocimiento y la innovación, potenciar las habilidades del siglo XXI mediante metodologías activas no es simplemente una recomendación pedagógica, sino una obligación ineludible de los sistemas educativos.
A lo largo de este artículo se ha argumentado que centrarse en el desarrollo del pensamiento crítico y la creatividad transforma profundamente la experiencia de aprendizaje y prepara a los estudiantes para enfrentar un futuro lleno de desafíos complejos.
Las metodologías activas –como el aprendizaje basado en proyectos, problemas y retos– demuestran ser vehículos efectivos para cultivar estas competencias, al situar a los alumnos en contextos reales donde deben analizar, investigar, colaborar y crear.
Asimismo, la integración inteligente de herramientas digitales en el aula provee nuevos medios para expresar ideas, interactuar y aprender de forma autónoma, ampliando los horizontes del aula hacia entornos virtuales y colaborativos que reflejan el mundo actual.
Los docentes, por su parte, emergen como piezas clave en esta transformación. Su formación continua y empoderamiento profesional resultan esenciales para traducir los enfoques innovadores en prácticas concretas de aula.
Un maestro del siglo XXI no solo domina ciertos contenidos, sino que ejerce como líder pedagógico y agente de cambio, capaz de diseñar experiencias de aprendizaje significativas. Al adoptar metodologías activas, los docentes también asumen una actitud reflexiva e investigativa, monitoreando el impacto de sus estrategias y ajustándolas para mejorar continuamente.
Este compromiso con la mejora permanente refleja la misma mentalidad de crecimiento que se busca inculcar en los estudiantes. En palabras de una inspiradora reflexión docente: “En un mundo que cambia constantemente, la innovación pedagógica no es una opción, es una necesidad.
Adaptarnos, crear, probar y mejorar forma parte de nuestra misión como educadores del siglo XXI. Hoy más que nunca, el rol del docente es fundamental: eres guía, modelo, sembrador de pensamiento crítico, creatividad y valores”. Estas ideas resumen la pasión y la responsabilidad con que los educadores deben encarar el desarrollo de las nuevas generaciones.
Finalmente, es importante resaltar que fomentar el pensamiento crítico y la creatividad en la escuela tiene repercusiones que trascienden el ámbito académico. Significa formar ciudadanos capaces de tomar decisiones informadas, de innovar en sus comunidades, de empatizar con perspectivas diversas y de adaptarse proactivamente a los cambios sociales y tecnológicos.
En un mundo laboral donde la resolución de problemas no estructurados y la generación de ideas novedosas son cada vez más valoradas, brindar a nuestros estudiantes estas competencias es darles las herramientas para su realización personal y profesional futura.
Asimismo, una educación que enfatiza la creatividad y el pensamiento crítico contribuye a sociedades más democráticas y sostenibles, al promover individuos que cuestionan constructivamente la realidad y buscan soluciones originales a los problemas colectivos.
En conclusión, impulsar el pensamiento crítico y la creatividad con metodologías activas no solo mejora los aprendizajes inmediatos en el aula, sino que prepara a los estudiantes para el futuro con confianza y creatividad.
Lograr este propósito requiere liderazgo docente, apoyo institucional, adaptación curricular y una cultura de evaluación orientada a competencias. Los retos existen, pero la visión de una educación transformadora bien vale el esfuerzo: aulas vibrantes donde se discute, se crea y se innova; docentes que aprenden junto con sus alumnos; y estudiantes que, motivados y capacitados, asumen el rol de protagonistas de su propio aprendizaje y de agentes de cambio en la sociedad.
Como educadores, mantener el entusiasmo por aprender, el coraje para innovar y la convicción de que cada pequeña mejora en la práctica docente tiene un gran impacto en el futuro, será la clave para construir, desde nuestras aulas hispanohablantes, un porvenir más humano, justo y sostenible.
Bibliografía
Care, E., Kim, H., Vista, A., & Anderson, K. (2018). Education system alignment for 21st century skills: Focus on assessment. Brookings Institution. https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2018/11/Education-system-alignment-for-21st-century-skills-012819.pdf
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). (2024). Estadísticas educativas 2023. Lima: INEI. (Citado en el documento base para datos sobre participación juvenil en programas de habilidades blandas). https://m.inei.gob.pe/estadisticas/indice-tematico/education/
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). (2019). PISA 2018 Results (Volume I): What Students Know and Can Do. París: OECD Publishing. https://www.oecd.org/content/dam/oecd/en/publications/reports/2019/12/pisa-2018-results-volume-i_947e3529/5f07c754-en.pdf
Organización Internacional del Trabajo (OIT). (2021). Global Framework on Core Skills for Life and Work in the 21st Century. Ginebra: OIT. (Definiciones de colaboración y comunicación efectiva). https://www.ilo.org/sites/default/files/wcmsp5/groups/public/%40ed_emp/%40emp_ent/documents/publication/wcms_813222.pdf
Thornhill-Miller, B., Camarda, A., Mercier, M., Burkhardt, J.-M., Morisseau, T., Bourgeois- Bougrine, S., … & Lubart, T. (2023). Creativity, critical thinking, communication, and collaboration: Assessment, certification, and promotion of 21st century skills for the future of work and education. Journal of Intelligence, 11(3), 54. https://doi.org/10.3390/jintelligence11030054
UNICEF. (2019). Educación en el Siglo XXI: Importancia desarrollo de habilidades transferibles en América Latina y el Caribe. Nueva York: UNICEF. (Documento regional sobre las 12 habilidades transferibles y su marco conceptual basado en Delors). https://www.unicef.org/lac/sites/unicef.org.lac/files/2020-07/Importancia-Desarrollo-Habilidades-Transferibles-ALC_0.pdf
World Economic Forum. (2020). The Future of Jobs Report 2020. Ginebra: World Economic Forum. Recuperado de https://www.weforum.org/reports/the-future-of-jobs-report-2020
Zhao, Y. (2021). Learners without Borders: New Learning Pathways for All Students. Thousand Oaks, CA: Corwin Press. (Reflexiones sobre aprendizaje global y competencias del siglo XXI).
https://eric.ed.gov/?id=ED615083
Creativity, Critical Thinking, Communication, and Collaboration: Assessment, Certification, and Promotion of 21st Century Skills for the Future of Work and Education – PMC https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC10054602/